Poner un pie en Italia por primera vez fue el comienzo de lo que estoy segura que será una bonita historia de amor. Y es que Roma me ha flechado el corazón…
Llevaba tiempo planeando este viaje, pues algunos amigos me habían contado sus experiencias allí, pero os aseguro que nada comparado con lo que viví.
Había agendado este viaje para la última semana de agosto y algo me decía que el calor sofocante de Sevilla me iba a perseguir durante esos siguientes días. Efectivamente, con tan solo un par de grados menos, Roma también estaba inundada de un sol ardiente que, de no haber sido andaluza, seguramente hubiera sobrellevado muy mal ¡El tema del calor no me iba a impedir disfrutar de la ciudad minuto a minuto!
Había salido de Sevilla a última hora de la tarde, por lo que llegué al hotel aproximadamente a la una de la madrugada, pero el estímulo de estar en un nuevo país me podía más que el cansancio. Así, hice el check-in, me instalé en la habitación de manera rápida y bajé a dar mi primer paseo por la Ciudad Eterna.
El Hotel Pace Helvezia, donde me alojaba, está situado en la Via Quattro Novembre, en pleno centro y como la Fontana di Trevi estaba muy cerca, decidí hacer mi primera visita allí.
En primer lugar, me sorprendió mucho el contraste entre la tranquilidad de la calle durante el trayecto (unos 5 minutos) y el ambiente festivo que se respiraba al llegar a la famosa fuente. Llena de gente, sus inmediaciones son un lugar de reunión entre los jóvenes y mayores de la ciudad además de los turistas que, como yo, no podían más que quedar fascinados ante tal espectáculo.
El cielo estaba negro, pero el ambiente era totalmente diurno; era una sensación mágica y contradictoria a la vez. Había gente haciéndose fotos, comiendo helados, charlando, etc.
Después de un primer vistazo, y móvil en mano, comencé a fotografiar la fuente desde distintos ángulos, respiré un rato más el aire fresco de la noche y, ahora sí, volví al hotel para descansar.
Como no soy muy amiga de los planes cuadriculados, solo llevaba en la cabeza una ligera idea de los lugares imprescindibles que quería visitar, de modo que al día siguiente mientras desayunaba empecé a trazar mentalmente una ruta que me llevó en primer lugar a la Piazza Venezia, el Coliseo y el Foro de Trajano. Luego comida, un poco de descanso y vuelta a las calles romanas hasta bien entrada la noche. Y así día tras día durante una semana que dio mucho de sí y me llevó a conocer gentes y lugares maravillosos.
Poco a poco os iré detallando todos los sitios en los que estuve para intentar transmitiros lo máximo, si es que os parece interesante.
En cualquier caso, bienvenidos a éste vuestro blog de visitas y viajes, y os emplazo a mi próximo post, que subiré en breve.